Víctimas de los plásticos
Preocupantes efectos de los desechos sobre la vida marina.
Crece el interés científico por los efectos de los plásticos sobre especies y ecosistemas. “Cada año vemos más plásticos en el mar. Esto se debe en parte a que no se degradan, sino que se fragmentan en partículas cada vez más pequeñas, pero sin desaparecer”, explica Jacob González- Solís, profesor de B iología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la UB. Los plásticos han sido encontrados en los estómagos de más de 700 especies de vertebrados marinos. El problema ha alcanzado niveles dramáticos en el caso de los albatros de Laysan (Hawái), cuyos polluelos mueren por la ingestión de plásticos que les bloquean el sistema digestivo.
Están demostrados los daños en algunos de los grandes mamíferos marinos. “Hemos comprobado casos en los que el plástico produce la obstrucción del tracto digestivo del animal, ya sea a la altura del esófago o del píloro (la abertura que comunica el estómago con el intestino)”, dice Álex Aguilar, profesor de Biología Animal de la UB. Este problema es excepcional en el caso de los delfines listados, pero es frecuente en el de los cachalotes, ya que estos aran el fondo del mar (con su mandíbula levantan los peces y los calamares que se hallan sobre el sedimento), lo que les hace ingerir piedras, plásticos y objetos de todo tipo.
La investigadora Ethel Eljarrat (Idaea-CSIC) ha detectado la presencia de diversos productos bromados y organofosforados (sustancias que son utilizadas como retardantes de llama y como plasti-ficantes) en los tejidos de los delfines del mar de Alborán (concretamente, en tejido adiposo, músculo, hígado y cerebro). Lo preocupante es que estos productos tóxicos se bioacumulan en los organismos de estos animales.
El jarrat se muestra especialmente alarmada por la mayor presencia de los contaminantes organofosforados, lo que atribuye a su uso como plastificantes. “Los plastificantes son aditivos químicos que se añaden a los plásticos para mejorar su flexibilidad y durabilidad. Cuando los plásticos van al mar, se produce el impacto de estos compuestos plastificantes sobre los mamíferos marinos”, dice. En sus trabajos ha llegado a encontrar 12 de los 16 compuestos organofosforados analizados. En concreto, los mayores niveles se dieron para el TBP (tributil fosfato) y el IPPP (isopropil fenil fosfato), sustancias que pueden producir efectos neurológicos, cáncer y problemas de fertilidad.
Tortugas que tragan toallitas húmedas, palitos...
“Más de las mitad de las tortugas que entran en nuestro centro excretan plásticos al cabo de unos días de ingresar”, nos explica Elsa Jiménez, directora de la Fundación para la Recuperación y Conservación de Animales Marinos (CRAM), en este recinto junto a la playa de El Prat. Las tortugas ingresan aquí por causas muy diversas (pesca accidental...), pero lo que más llama la atención a sus cuidadores es la cantidad y variedad de los plásticos que expulsan. “¡Mira, los hay de todo tipo!”, exclama Jiménez señalando una de sus bandejas con su muestrario: trozos de bolsa de plásticos, films o plástico rígidos, muchos de ellos de más de 5 milímetros. En diversos mares, se ha visto que los plásticos causan el bloqueo intestinal de las tortugas, aunque esto no se ha dado en los 20 años de funcionamiento de CRAM (donde ingresan unas 50 tortugas al año). “Los más frecuente son los enmallamientos. Las tortugas que quedan enganchadas con redes, cuerdas y cabos sueltos”, añade Jiménez. Y no faltan redes de nailon. Las tortugas quedan estranguladas en sus extremidades y sufren falta de riego sanguíneo y necropsias, por lo que en ocasiones no hay más remedio que amputar.
Los artículos plásticos de usar y tirar tienen también efectos muy dañinos. Han debido ser atendidas tortugas cuya boca quedó bloqueada por bastoncillos de las orejas o palitos de caramelo. Otros objetos también les impiden alimentarse. En general, “las interferencias con plásticos reducen la capacidad de natación de las tortugas, aumentan la probabilidad de que se ahoguen y las hacen que sean más vulnerable a los depredadores”, explica. Sí se han dado casos en que la tortuga ha sufrido la obstrucción de intestino por la ingestión de toallitas húmedas, lo que le ha obligado a emplearse a fondo para extraerla. “Se debería regular estos productos. No puede ser que se invite a seguir arrojándolos al lavabo”, se lamenta Jiménez.
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